13 ago 2016

Está escrito

Está escrito

Tal vez esté escrito nuestro porvenir en las largas hojas del libro de la existencia. Tal vez los hilos estén hechos para ser seguidos como dominós cayendo uno tras otro en la larga hilera en busca de un fin.  Tal vez los senderos se asfalten con flechas direccionales que te empujan en el sentido que deseen. Tal vez las fuerzas de unos brazos mortales son insuficientes para quebrar el muro de las huellas celestiales dejadas por seres angelicales quienes, de forma anónima, te observan esperando que termines tu berrinche atrincherado y regreses a esa carretera que ellos te prepararon.
Tal vez exista del destino.
Existen demasiados “tal vez” para ser ignorados en este encuentro efímero con la vida donde todo se tergiversa bajo las circunstancias. La seguridad de lo que es, choca con la inseguridad de lo que puede ser y convierte esto en un juego de cartas descontrolado.
¿Existirá el destino?
Tal vez existan personas destinadas a estar solas por las aceras de su vivienda, viendo a otros amarse pero sin vivir el sentimiento en carne propia. Personas difíciles de querer, imposibles de amar, trabajosas de apreciar. Personas que llevan cargas desconocidas y que las alejan del contacto terciario del beso apasionado. Personas casadas con la soledad. Personas que se enamoran sin encontrar quien se enamore de ellas. Marcadas desde su nacimiento; liberadas al morir. Personas sin labios para besar.
Tal vez existan personas destinadas al fracaso. Esas que corren detrás de los logros,  de las victorias, sin poder alcanzarlas del todo. La vía se extiende y el horizonte se pierde perfilándose como inalcanzable. Gotas de agua que no se comparan al océano. Esas personas con sombras demasiado pequeñas como una flor rodeada de árboles. Nubes minúsculas  en un cielo tormentoso. Personas con grilletes en las manos que deben caminar bajo el sol ardiente de los hombres sin premios en la repisa. La paciencia se les rompe y espíritu se les resigna. Son personar destinadas a la nada.
Tal vez existan quienes estén destinados a la monotonía; personas que vivirán cada día sabiendo que mañana habrá otro que sea exactamente igual al anterior, y luego el siguiente y el siguiente, sin tener la oportunidades de nuevos despertares que les haga abrir la boca de la emoción, sino que viven en el evangelio de la rutina.
¿Habrá alguien destinado al desprecio? A ser aborrecido y odiado; a ser perseguido y acusado.
Muchos se inclinan a pensar que lo que sea que les depare ya está escrito. Sueñan con la grandeza y le llaman destino. Sueñan con el amor y dicen que ya llegará porque así lo proclamó un ser divino. El universo se mueve siguiendo sus deseos y, aunque a veces con lamentos, poco a poco le trae a la mesa ese alimento que ansían comer. Se sientan y espera la llegada del mañana, sabiéndose merecedores de lo que vendrá; de esas glorias por llegar, de esos sueños por alcanzar. Así está escrito.
¿Pero y si ese destino es adverso? Si los que les tiene preparado el universo son miserias, entonces la quimérica idea de la inmortalidad no es más que eso: una idea. ¿Y si sus destinos son la soledad de quien no conoce el calor? O la frustración de quien no logra nada. Lo besos no se darán porque nadie lo escribió. En el libro de la vida, en la página que te correspondía, se les acabó la tinta para compensar todos tus males y, sin pensarlo dos veces, pasaron de página dejándote inconcluso. Te vuelves un cuento de hadas sin un final feliz. ¿Y si tú destino no es lo que quieres? Tu destino puede ser el llanto por las noches y la inopia por la tarde, como un mísero cobarde arrastrado por cadenas inviolables.  Puede que tu destino sea ser la hormiga que no logra entrar al hormiguero. El extra de una película que muere en la primera escena.
Si el destino existe, no puede ser favorable para todos. Si fuiste fichado desde tu concepción, puedes resignarte a la perdición. No te queda otra opción.
¿Existe el destino?
Tal vez


4 ago 2016

Esperando

  Esperando



                                                           
                Estoy aquí, sentado en el mismo banco en el qué nos conocimos; bajo el mismo cielo, pisando el mismo suelo de la misma ciudad. Ante mí se esparce el mismo paisaje que en su día nos acompañó. Varían las nubes y la estación de las hojas, pero el césped sigue presente. Los arboles siguen colocados en su sitio. Incluso las personas, aunque no sean las mismas, se comportan del mismo modo. Y es que, lo único que falta en este paisaje, eres tú.

            Estoy sentado en el mismo banco como te esperé ese día, aunque ese día no sabía que lo hacía. Ese día solo exitista, como lo he hecho siempre. Me limitaba respirar, a observar. Me limitaba ser parte del ambiente pero sin alterarlo. Ese día me encontraba como me encuentro en todo momento, en una demarcación entre bien y mal; ni mucho de lo uno, ni mucho de lo otro. Expectante, podría decirse. No estaba consciente de la inopia de mi estado hasta que apareciste. Te sentaste a mi lado y sonreíste. Eso bastó. Una sonrisa y adiós a la espera. Lo que vino después se puede leer en cualquier novela donde el romance sea el género. Los besos, las caricias, el deseo. Las peleas no faltaban, pero eran pocas en comparación con los buenos recuerdos. Nos desahogamos nuestros lamentos; nos revelamos nuestros secretos. Primero nació la amistad, luego la confianza y luego ese algo más que une  dos seres que nacieron separados. Dos seres que se encuentran por la casualidad del sendero y, por razones que desconocen, deciden continuar el resto del camino juntos.

            Nos levantamos de aquel banco y empezamos a caminar. Me enseñaste a escalar montañas y oler aromas que nunca había conocido. Atravesamos un par de vías oscuras, pero sostuvimos juntos la linterna que nos ayudó iluminó. A veces tropezaste, yo me detuve y te vendé la herida; a veces tropecé yo y tú hiciste lo propio por mí. En algunas ocasiones caímos los dos, eso fue lo más difícil, porque tuvimos que apoyarnos mutuamente para poder continuar. Pero en general, siempre estuvimos caminando. Conversamos todo el trayecto. Hablamos de tus sueños, ambiciones y metas; yo te hablé de mis temores, inseguridades y complejos. Me hablaste de tu pasado, yo te hablé del mío. Y  al hablar del futuro, no hablábamos de mi porvenir o el tuyo, sino del nuestro. Me observabas con atención como intentando analizarme; creo que lo lograste. Conociste secretos que no sabía que tenía. Yo también te observaba y a todo lo que decías le tomaba la nota; me sentía como un estudiante, y la materia era como mantenerte enamorada. Hubo distracciones, pero siempre retomamos el camino lo más que pudimos. Hubo tristezas y llantos; hubo abrazos y mantos. Tomados de las manos podíamos comernos al mundo, enfrentarlo; nada nos detenía. Los obstáculos nos temían. Tomados de la mano no había problemas ni preguntas; conocíamos las respuestas, las verdades; y las que se escondían no nos interesaba encontrarlas. No nos hacían falta. A veces hablábamos nuestro propio lenguaje: apodos, susurros y abreviaciones. Nadie nos entendía. Eso era lo mejor. No vivíamos en un mundo, teníamos el de nosotros.

            Pero ya no estás. Piensa en lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos; empezamos con un “te amo” y terminamos con un “hasta luego”. Esta historia necesita que la finalicemos, pero ¿no recuerdas que prometimos volver a vernos? Parece ser que soy el único que sigue recordando esa promesa; el que sigue poniendo dos platos de comida sobre la mesa. Lo seguiré recordando mientras mi mente se niegue a pagarse. En algún sitio hay dos labios esperando juntarse.

Fuiste el nombre que rezaba como remitente en la carta del adiós. Eres la foto gris en el álbum de mis recuerdos. Tu imagen sigue siendo lo primero que veo por las mañanas, pero ahora la veo en mis sueños y no al despertar. Ya no estás. Por más que trato de limpiar, el polvo sigue establecido. Las nubes ya no están en el cielo, se han ido. Ya no estás y creo que perdí el mapa; se alzaron las murallas y lo que antes era una vía se convirtió en laberinto. Las viejas amarguras regresaron; la cadena se tensó en mi cuello y volví a ser el perro encadenado que le ladra a quien se acerque. Desde que te fuiste, he aprendido algunas cosas y he olvido tantas otras. Algunos conceptos se confundieron y se mezclaron entre ellos. Todo es una dicotomía entre una yuxtaposición enervada e intrínseca como el trazo sanguíneo de un cuerpo. Todo se conecta con todo y a la final todo está incompleto, sin llevar a ningún lado. Desde que te fuiste, he creído entender lo que es amor, ¿pero cómo voy a saber lo que es el amor si no lo estoy sintiendo? No se puede hablar de lo que no tienes. Soy un ciego hablando de colores. Mi astronomía no tiene estrellas y mi sistema planetario se quedó sin sol; los planetas giran descontrolados sin eje alguno. Intenté mantener el control, pero de mis manos se escapa la cuerda. Intento calmarme, pero en mis venas nace la adrenalina, como si me inyectaras una dosis de melancolía.

            Sin ti, caminé en círculos; y al final terminé regresando a ese banco donde todo comenzó. Lo vi y pude sentir como me daba la bienvenida. Me recibió como a una vieja amistad. Me posé en él y todo fue como antes. Pero no antes en el buen sentido, sino en el malo. Antes, donde todo era nada y nada era todo. Donde los días en el calendario no se diferenciaban, ni había fechas especiales anotadas en la agenda. Donde no había compromisos ni festividades. El planeta volvió su sitio, pero no a girar. Eso solo lo hacía contigo. Me senté y percibí que el tiempo no había pasado, que en realidad yo no había cambiado aunque creía haberlo hecho. Pero mirando mi reflejo noté que era el mismo antes después de ti. No sé si eso era bueno o malo.

            Y ahora aquí estoy, esperando. Al menos ahora sé que es lo que espero. Te espero a ti.

            Mientras espero me pregunto si algún día seré el final del cuento de hadas de alguien. Me pregunto si el pétalo de alguna rosa caerá a mi favor. Me preguntó si seré el primer pensamiento al despertar de una persona, o el sueño por la noche, o la espera del mensaje no recibido. Mientras espero, la incógnita permanece. Es un cincuenta contra cincuenta por el cual no se descontarme. Puede que nunca sea el “buenas noches” antes de dormir que un ser espera recibir. Puede que nunca tenga que volver a comprar flores o chocolates, ni a celebrar el preciado día de cupido. Yace la posibilidad de que mi nombre nunca sea mencionado con emoción después de la frase “tengo que contarte a quien conocí”. El libro no está escrito y no sé cómo se escribirá; y si ya lo escribieron, no sé si mi nombre este incluido en el capítulo del romance. Son muchas dudas que no puedo resolver.


            Así que sigo esperando. Esperándote. Sentado en el mismo banco en el qué nos conocimos; bajo el mismo cielo, pisando el mismo suelo de la misma ciudad. A veces creo verte, pero te acercas fugazmente y pasas de largo. He visto a muchas como tú, pero caminando con desconocidos. Los veo a cada momento y el pinchazo de envidia me aguijonea. Yo sigo aquí esperando. Esperándote. Sentado en el mismo banco en el qué nos conocimos; bajo el mismo cielo, pisando el mismo suelo de la misma ciudad. Aún mantengo la esperanza de que te volveré a encontrar, o que tú me encontrarás a mí. A veces la esperanza se quiebra un poco, pero… bueno… así es esto de lo ambiguo. Quiero pensar que llegarás de nuevo un día, y que no tendré que volverme a sentar en este sitio. Mientras tanto, estoy aquí, sentado en el mismo banco en el qué nos conocimos; bajo el mismo cielo, pisando el mismo suelo de la misma ciudad.

2 ago 2016

¿Muerto?



¿Muerto?

Me dijeron que estaba muerto,
en cierta forma era verdad.
Latidos huecos sin saber sonar.
Me dijeron que estaba muerto,
en cierta forma era verdad;
muerto por dentro, buscando resucitar.

Digan lo que digan, no caeré;
y si lo hago, me levantaré.
Muchas heridas no van a sanar.
Pero les pongo una venda y empiezo a caminar.

Tatuajes en blanco y negro;
Voces sin ninguna traducción.
Fantasmas que son recuerdos.
La salvación es la introspección.

Digan lo que digan, no caeré;
y si lo hago, me levantaré.
Muchas heridas no van a sanar.
Pero les pongo una venda y empiezo a caminar.

Una enfermedad sin medicamento.
Constelaciones de resignación.
Siempre hay un algo más allá.
La grieta que expande,
la puedes divisar.
Fosa de bienvenida,
Invitándote a saltar.

Digan lo que digan, no caeré;
y si lo hago, me levantaré.
Muchas heridas no van a sanar.
Pero les pongo una venda y empiezo a caminar.



29 jul 2016

Escritura

Escritura



Te necesito. Ya me has salvado en más de una ocasión y hoy, nuevamente, requiero de tu fuerza. Hoy vuelvo a necesitar de ti; que bajes la mirada, me mires y me brindes una sonrisa. Necesito que seas mi motivo para sonreír; una meta, una esperanza. Hoy necesito que me recuerdes lo que he olvidado, y lo que posiblemente olvidaré en un futuro. De nuevo las cadenas se cierran y estoy tras las barreras. Una vez más todo se me presenta como una quimera. Quiero que me recuerdes que puedes ser real, y que pase lo que pase no me vas a abandonar.  Tú fuiste la semilla que inició todo esto; quien me dio un propósito y me enseñó auto-respeto. Debes volver se presentarte, hablarme, abrazarme; prometer no abandonarme. Debes recordarme que hay un futuro aunque no sea seguro, pero que mientras te mantenga a mi lado alejaremos lo oscuro. Necesito que me digas que tengo posibilidades. Recuérdame que hay talento en mi interior y que tú eres el medio para llevarlo a las realidades. 
Estoy recordando aquellos días estando encerrado, esos días cuando aún no te había encontrado. Soñaba contigo aunque no te conocía; era como un creyente en busca del mesías. Luego apareciste como si fueras un ángel, un arcángel, y yo andaba por ahí más perdido que Dante. Me dijiste que estuviera tranquilo y sobre ti me apoyara, me mostraste un camino que antes no vislumbraba. Pero ahora el camino vuelve a opacarse; a alejarse, marcharse, como una flor al marchitarse. Hoy vuelvo a dudar, a temer, a llorar; y solo tú eres quien me puede salvar.
Recurriré a ti muchas veces, espero eso no te moleste; llevo cosechando nuestra amistad desde hace treinta y seis meses.  Me he reunido contigo en las mañanas, por las tardes y las madrugadas; has sido la perfecta compañera en mi almohada. Te he besado, acariciado, y aunque a veces me he alejado, siempre que regreso me estás ahí esperando. Y volvemos a encontrarnos como dos amantes olvidados, que tienen de nuevo un reencuentro apasionado. Yo en ti vierto ideas, tú las conviertes en realidades. Sobre ti suelto lágrimas y las conviertes en paisajes. Gracias a ti dejo volar mi imaginación; eres mi eterna compañera en esta sucia habitación.
Tienes muchos nombres y no sé cómo llamarte. Solo sé que desde que te encontré  me da miedo fallarte. Trato de ser constante pero a veces se complica, la vida me aleja mientras tu voz  que me quede me suplica. Espero me perdones el descuido, pero te aseguro que mi sentimiento por ti sigue vivo. Te necesito, creo que no sabes cuánto.  Si no fuera por ti, ahorita no estaría andando. Me salvaste la vida, amiga querida. Sanaste heridas convirtiendo penas en poesías. Te necesito, quiero volver a repetirlo, sobre todo en este momento te necesito. El suelo está temblando, no sé si puedes sentirlo; yo lo siento y temo por mi temple: van a destruirlo. Pero tú eres mi escudo y mi espada; en el fondo siempre hemos sido tú y yo en contra la armada. Por favor mantente firme, así podré estarlo contigo; si tú caes, yo caigo; así somos los amigos.
Hace un tiempo me diste fuerza y voluntad; he estado contigo por diversión pero ahora es por necesidad. Se acerca la tormenta,  somos dos contra cincuenta. Debes ser los pies de esta alma que se desalienta.
Me has dado todo y yo todo de mí te he dado; los enemigos que vienen están en nuestra contra, lo han acordado. Quieren romper este enlace, buscan un fatal desenlace; saben muy bien la falta que me haces. No podré solo, pero solo no estoy jamás; ya me has salvado y sé que me volverás a ayudar. Se vienes días turbios, lo puedo oler en el aire; si la tristeza subió, es para causar desaires.  Antes de que comience la batalla quiero que sepas que estoy agradecido; gracias por los bellos momentos, gracias por cumplir lo prometido. Gracias por quitarme el crucifijo, anular los sufijos; solo por ti tengo por fin un destino fijo. Te amo, haré lo que pueda por no soltar tu mano. ¿Ves mis ojos? Sabes lo mucho que han llorado. Pero tú lo has secado y sé que lo volverás a hacer; mientras estemos juntos nos temerá el mismísimo lucifer.
Aquí vienen, se están acercando. Afilan sus armas, se están preparando.
Aquí vienen, Escritura, ¿lista para luchar? Somos tú y yo, vieja amiga. No hay vuelta atrás.

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19 jul 2016

Nota de suicidio



                Nota de suicidio


Y aquí estoy una vez más bailando entre palabras con la hoja en blanco. Ella me mira y, socarrona, me reta a expresar todo pensamiento y sentimiento a través de letras, metáforas y razonamiento. Estoy algo asustado, no sé si esta vez vaya a poder lograrlo. Hay demasiado de donde exprimir la esencia de mi momento; este segundo en el que escribo aprovechando en mi interior me aclaman voces exigiendo una decisión. Usualmente esas voces son contradictorias y mantiene  un perenne debate, pero hoy se han puesto de acuerdo en una opinión unánime. Hoy debo hacerles caso… Los últimos años de mi vida ser escritor ha sido mi carta de presentación, así que me parece convincente que también sea mi carta de despedida.
No estoy seguro de por donde comenzar y dudo que algo de lo aquí escrito vaya a tener sentido. Un escrito nace del alma de su creador, y en este momento, quien escribe estas palabras, no haya lógica básica en su modo actuar. Sólo está aquí, deseando que alguien lo detenga pero sabiendo que no sucederá, y que él seguirá adelante hasta las últimas consecuencias.
No sé cómo tengo fuerzas para escribir esto; supongo que es mi último suspiro. El cansancio acumulado ya no es una roca gigantesca sino una cadena de espinas que se aprieta cada vez en mi cuello, mientras la silla en donde me poso tambalea y amenaza con caerse. Está esperando que le dé una patada para que pueda liberarse de mí y dejarme colgado en el aire. Hoy su espera ha terminado.
Supongo que no era difícil de prever como terminaría. He sido un soñador que escapa de la realidad de cualquier forma que encuentre. Un visionario sin visión que no sabe convertir fantasías en realidades, sino que se sumerge en ellas como si estas pudieran salvarle. He sido un investigador en busca de respuestas que, una vez conseguidas, se niega a aceptarlas y sigue buscando otra como si siempre hubiese otro camino. Pero es hora de dejar le negación de lado y aceptar los hechos imperturbables que se presentan.  Siempre he querido ser uno más, incluso más que sólo uno, pero la realidad es que debo ser uno menos.
Debo ser ese número que acompaña la estadística de los difuntos.
No sé si pueda describir la frustración de verse con vergüenza ante el espejo. Saber que lo que eres, quién eres, causa más males que beneficios y en ti no nace la fuerza suficiente para cambiarte. Es frustrante porque a veces crees lograrlo, pero la vida y su circunferencia te llevan siempre al mismo lugar. Inicio desastroso del que no se puede escapar. Llegas al mismo error del comienzo, ese que tiene tus huellas dactilares y te señala como único culpable. El presente se niega a perdonar su pasado y ahí es cuando te das cuenta de que tú tampoco podrás hacerlo. Este atrapado en tu cuerpo, mente y corazón; tres adversarios que confabulan en tu contra.
¿De qué sirve luchar si no ganas la guerra? ¿De qué sirve trabajar si no obtienes beneficios? ¿De qué sirve cambiar si nadie lo aprecia? ¿De qué sirve una vida si no tiene un final feliz?
Siento una gota deslizándose por mi rostro y no sé si será sudor o una lágrima.
Hace mucho que no distingo mis sentimientos. Ya no se diferenciar entre el día y la noche; para mí, ambos son igual de opacos. Uno le sigue al otro pero vienen a ser iguales. Presagios del tiempo que no varía a pesar de las necesidades personales.
Tal vez he visto mucho de lo malo y poco de lo bueno. He visto a mi madre llorar el pie de mi cama lamentándose por tener a un hijo como yo; frustrada por no saber qué hacer conmigo. He visto a mi padre mirándome con ira y decepción; una ligera muestra de desprecio y asco se filtra en sus pupilas. Su voz me dice que soy un error en su vida. Hoy sé que tiene razón. Soy un error en su vida. Soy un error en la vida de muchos. También vi a mis familiares caer sin poder ayudarles. Vi a mis amigos alejarse sin poder pedirles que se acercaran. Vi mi corazón siendo estrujado por aquellas manos que creí que lo protegerían. He visto a alguien idéntico a mí, al otro lado del espejo, viéndome y tratando de entenderme sin lograrlo. He visto muy pocos gestos sinceros, muy pocos abrazos. No he visto reconocimientos.
¿Pero a quién puedo culpar por ellos? Si he sido una decepción para aquellos que me conocen. Esos que al leer esta carta deben estar escuchando mi voz. He sido esa promesa que jamás se cumple. Esa fecha del calendario que nunca llega. Al hablarme con sinceridad puedo enumerar todas las veces que he fallado, las veces que he mentido. Recuerdo todos aquellos momentos en los que he herido a un ser querido, muchas veces apropósito. Y aún tengo el descaro de creerme buena persona. Pero ya es hora de soltar máscaras y salir del agujero como el gusano que por se atreve a ver la luz.
Mis fracasos solo me incumben a mí y se engrandecen ante el logro de otros. Tengo miedo a convertirme en un envidioso.
No sé cómo tuve el atrevimiento de aspirar a la grandeza. Como creí poder llegar a ser como aquellos que admiro. Creí estar construyendo un legado, iniciando una leyenda, pero la verdad es que solo estructuro un castillo de arena que se derrumba cuando sube la marea. No sé cómo creí poder ser inmortal en las mentes que conocerían mi arte. Ni siquiera sé si lo que he hecho alguna vez ha sido arte. Artista es una palabrada demasiado grande, y yo soy demasiado pequeño. Soy un indigno del mérito.
La verdad es que ya no me siento con fuerzas y valor suficientes para seguir afrontando mis errores, mis defectos. Mi intelecto me lleva hacia opciones pragmáticas, pero he intentado seguirlo muchas veces y hasta ahora no me ha funcionado. Ya no quiero seguir pagando. Soy como ese preso que suplica por la pena de muerte porque no puede soportar la vida tras las rejas; sabe que la libertad es imposible, así que acude a la opción más cercana. Opción contundente.
Estoy harto y cansado de vivir en los “tal vez”, de esperar por el “algún día”, de vagar entre los “ya llegará”. Creo en el amor, pero llevo mucho esperándolo sin tocarlo; creo en él pero no sé si llegará. Creo en mi talento y llevo años forjándolo, pero no sé si algún día me funcionará. Creo en los amigos esperando encontrar buenos, al menos esto lo he logrado. Creo en un futuro, pero me duele no saber cómo será.  Me siento como un náufrago que va sobre la balsa a la deriva esperando ver en el horizonte alguna orilla. Siempre esperando. Esperando que todo salga bien, que todo funcione algún día, pero esa fecha jamás llega. Todo es demasiado ambiguo, demasiado inseguro; nadie te asegura nada y vives en la constante incertidumbre basándote en la esperanza, en la fe ciega que no te sirve de nada. Todo sigue saliendo mal. La balsa se hunde.
Si mi partida le duele a alguien, le ruego que me perdone. Saben que llevo demasiado tiempo tratando de ayudar a los demás, tratando de darles consuelo; a veces sacrificando mi propio ánimo. Hoy quiero rendirme ante una opción egoísta y cumplir mi capricho. Porque sí, la muerte es un capricho, pero uno delicioso. Que irónico terminar mi vida con el mal que quería erradicar.
Hay tanto que me viene a la cabeza en este momento… Los besos que debí robar pero no tuve el valor. Las revelaciones que debí confesar pero me callé. Los días en que debí pararme y luchar, pero me mantuve acostado. En este mundo de ciegos creí ser el tuerto, pero fui el más ciego de todos. Me construí realidad queriendo hacerlas partes de mi vida, pero fueron quimeras que hoy en día me caen encima
Me rindo.       
Por favor no se sorprendan. En el fondo ustedes sabían que lo haría.
El momento es propicio, mi casa está vacía. ¿Destino?
Si estoy equivocado y Dios existe, tal vez nos volvamos a ver. Si no, no quiero que me recuerden como lo que fui, sino como lo que pude ser.
Mi vida ha sido una pantomima tragicómica, creo que ese sería un buen epitafio. Un “quiero pero no puede”, un “algún día lo lograré”. Pero vamos, ya estoy cansado. Incluso estoy aburrido, aunque tal vez esa no sea la palabra correcta.
Háganle llegar esta carta a quien le interese leerla.
Perdónenme, en serio, perdónenme. Lo que más me duele es fallarles pero parece que es lo único que sé hacer. A los que les prometí estar siempre a su lado les estoy fallando; perdónenme por no cumplir mi promesa. A los que les hablé de un futuro mejor, no sigan mi ejemplo. Luchen. Pueden conseguir lo que yo no. Por mi parte seguiré el ejemplo de esa persona a la que casualmente también le fallé. La extraño mucho. Ojalá podamos reunirnos. Tal vez nos arrepintamos juntos de esta decisión.
Me voy dejando una novela incompleta, aunque eso me parece un buen paralelismo con mi vida: Una novela incompleta, de una vida incompleta, finalizada por un hombre que siempre se sintió incompleto.
Si te dije que te amé, no dudes que lo dije en serio. Si te dije que te quiero, tal vez debí decirte que te amaba. Mis secretos se van conmigo. Es lo mejor.
Hay unos versos que se me ocurrieron camino a mi casa y que los repetí una y otra vez.

Con un brebaje mortal,
poco me importa ya.
Es hora de terminar.
Esta es mi nota de suicidio.

27 jun 2016

Esperanza

Esperanza




Que complicado es ver la luz cuando el túnel es tan estrecho. Es muy difícil recordar que más allá del concreto existe un cielo que nos está esperando para que volemos entre sus nubes. A veces es imposible saber la regla obvia del mundo y su movimiento, que no se detiene por más males que lo acechen. Los mares siguen batiendo con sus olas la orilla, la lluvia seguirá cayendo ahí donde el suelo se lo suplique. El árbol esperará con paciencia que sus hojas caídas vuelvan a nacer. A veces los ojos se ciegan y el tiempo pierde su nombre y su apellido; se convierte en nada. La tierra llama para que te acuestes sobre ella y dejes que todos lo demás suceda sin que intervengas. Te dice: simplemente quédate ahí, cierra los ojos y deja que la naturaleza haga su trabajo, deja que tu cuerpo envejezca, deja que tus latidos cesen; permítete morir. A veces incluso parece una buena opción; a veces incluso parece la única. Pero si tienes la suerte de prestar atención por un momento, escuchas un canto salido de la nada. Puedes reconocer o no la voz; el sonido puede venir acompañado de una imagen, pero la mayoría del tiempo es un solo un ruido rompiendo con el silencio. Una melodía del aire. Tus oídos lo captan si tienes la suficiente fuerza y, sin darte cuenta, te colocas de pie con el simple de objetivo de seguir esa voz. Temes perderla. Temes que te abandone. La necesitas porque es lo único que te queda. Es el tesoro que llevas en tus bolsillos. Así que caminas y caminas con pies sangrantes y ojos debilitados. Lo sigues escuchando, no sabes muy bien de donde viene, pero mientras tus sentidos lo perciban, seguirás caminando en su búsqueda.
 Es Esperanza quien te llama.
 El sol puede detenerse en su punto más álgido y quemarte la piel haciendo que cada ligero roce de un objeto físico te provoque un ardor insufrible. Es posible también que el camino tenga huecos, agujero, grietas del tamaño de anacondas y tú, como un ser con errores, caigas en ellos rompiéndote uno que otro hueso. El agua escasea. El viento no sopla. Los alimentos parecen recuerdos. Ya no sabes la definición de energía, ni de fuerzas, ni mucho menos de poder. Y sin embargo das un paso tras otro en busca de ese extraño llamado que llega desde lo más alejado que puedas imaginar. Puedes llegar a pensar que ese llamado proviene de ti mismo y no estarías del todo equivocado, pero tampoco del todo en lo cierto. De todas formas tú sigues caminando y ya. Eso es lo que importa. Porque hay momentos donde no queda otra opción. Momentos en los que la esperanza es lo único que te mantiene en pie, a pesar de que las señales del destino te griten tu fracaso. Cuando la alcanzas, la dama Esperanza te besa, te sonríe y, aunque no te diga que todo estará bien, puedes ver en sus ojos que tal vez así sea. Ves que aún es posible. Así que la tomas de la mano y sigues caminando.
Que caprichosos podemos ser. A qué nivel de terquedad podemos llegar.
No hay respuesta cuando te preguntas que vas a hacer y Frustración, ese viejo amigo, te dice que ya te rindas de una buena vez. ¿De qué vale seguir intentándolo? Es una decepción tras otra, tras otra, tras otra. Eso termina cansando. Es la cuchilla que te atraviesa una y otra vez en el pecho y que tarde o temprano llega al corazón. Nada la detiene. Así que Frustración te aconseja dejarlo hasta ahí; te da buenos argumentos. Promete alejarte del dolor. Pero Esperanza te sostiene con firmeza. Coloca la mirada seria y mira a Frustración con odio; le dice que se aleje porque, a pesar de lo que parezca, pese a lo que tú mismo crees, aún puedes aguantar un poco más. Tan solo un poco más es todo lo que necesitas. Así que Frustración se va con su primo, Resignación, y te observa desde lejos esperando la oportunidad de volver a engatusarte
Esperanza te protege, es tu amiga. En el camino aleja a Miedos, rechaza a Dudas  y le grita a Conformidad que no vuelva. Te presenta a Fantasía y Sueños: son una pareja romántica que no pueden separarse el uno del otro. Se aman con locura. Se susurran por las noches fantásticas quimeras sin importarles o no si se volverán reales, la pareja simplemente observa el suelo acostados sobre la grama. En sus labios se ve una sonrisa. En tu interior deseas hacerte amigo de ellos. Esperanza sigue a tu lado y te presenta a Perseverancia, también llamado Determinación. Él es un poco más serio que Fantasía y Sueños, pero en silencio, también tiene sus ideas; la diferencia es que él está casado con Metas y ambos luchan por conseguir eso que Fantasía y Sueños anhelan. Esperanza te dice que aprendas de ellos, de los cuatros. Te dice que tomes sus mejores características y las vuelvas partes de ti. Esperanza te canta maravillosas historias de lo que han logrado esos cuatros cuando se funden en un mismo corazón.
Fracaso se coloca adelante y te golpea. ¿Cómo te atreves a olvidarlo? Si él es el resultado de tus decisiones. Es tu hijo y nunca podrás negarlo. Tú lo creaste. Te sigue golpeando mientras Esperanza, asustada, te pide que lo enfrentes. De nuevo tus huesos se quiebran y tu cabeza sangra. Tus sentidos están aturdidos por los azotes de Fracaso, quien sigue con su tarea asegurándose de darte ahí donde más te duele. El conoce muy bien tu cuerpo, tus puntos débiles. Te golpea y escupe insultos que no son groserías sino recuerdo de tus acciones. Cada palabra dicha por él, es un error cometido. Cada golpe brindado es una mala decisión. Esperanza se abalanza sobre Fracaso, pero él la aparta con violencia. Y ahí te das cuenta de que estás a punto de perderla. Esperanza, tú Esperanza, fue lastimada intentando salvarte. Sin ti, ella se perdería por los senderos del abismo racional. Te necesita tanto como tú a ella. Te das cuenta del miedo que te da perderla porque sabes que es lo mejor que tienes. Esperanza es quien te dedica halagos cuando el resto del mundo te ofrece insultos. Es Esperanza quien te brinda con su canto las palabras que jamás creíste escuchar ni mucho menos merecer. Esperanza te presentó a Fuerza, te hizo amigo de la Paciencia. Perderla sería tu ruina. Por ello, mientras Fracaso sigue inclemente, te vas levantando con pies temblorosos. Lo encaras, le dices que no volverás a verlo, que lo convertirás en un recuerdo. Muchas veces Fracaso es un enemigo peligroso que preferimos no afrontar, pero hay ocasiones en que debemos hacerlo no porque queramos, sino porque no hay de otra. No existe otra alternativa más que verlo a los ojos y notarte reflejado en ellos, lloroso y sangrante, pero con la barbilla levantada. Fracaso se va sabiéndose derrotado.
Te acercas a Esperanza y la ves débil. El golpe de Fracaso la dejó muy herida e incluso ella misma teme no poder reponerse; ha llorado mucho por ti, ha sufrido mucho por ti. El pánico se apoderó de ella y es tan contraria a su naturaleza que se siente confundida. Te arrodillas a su lado y la abrazas, así como ella te abrazó. Curas sus heridas. Besas sus mejillas. Alisas sus cabellos usando tus dedos apreciando lo hermosa que es. Esperanza y tú se toman de las manos, y aunque ambos se encuentran muy heridos, usándose mutuamente como apoyo logran ponerse en pie. Miran hacia adelante. Aún queda un largo camino. A lo lejos se ve el horizonte y el final parece inexistente, perdiéndose el cielo en esa línea horizontal que no se sabe que promete. Esperanza y tú cruzan la mirada y empiezan a avanzar.
 Ella está a tu lado y sabes que en algún momento puede morir. Es fuerte y decidida, pero también frágil y delicada. Tiene muchos enemigos que intentan quebrantar su voluntad y desaparecerla de tu psique; borrarla como quien derriba una puerta con la intención de crear escombros que no dejen a nadie pasar. Esperanza te ayudará pero también necesita de ti. Necesita que la alimentes, la cuides y la nutras. No puedes dudar de ella. A veces parecerá una mentirosa, como una bruja engañosa que intenta llevarte por una pared de ladrillos prometiéndote que puedes atravesarla, pero en realidad es muy sabia y te haría bien escucharla atentamente cuando te hable. Esperanza muchas veces es lo único que te queda. Y casi siempre es lo único que necesitas.
No vayas a perderla.

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¡Gracias por leer! 

19 jun 2016

Reseña: Luna de Plutón

Luna de Plutón

Autor: Ángel David Revilla (Dross)
Número de páginas: 462
Editorial: Planeta
Género: Fantasía



Sinopsis
“En un lejano parque de diversiones y en plena misión secreta para defender a su amada luna de un peligroso emperador, la joven Claudia, hija de Metallus, conoce a Knaach, y juntos se embarcan en una odisea de sucesos desafortunados que desatarán una verdadera guerra galáctica.

La misión de Claudia se ve amenazada y su padre resulta preso, cuando ella queda envuelta equívocamente en un asesinato. En esta épica de intrigas y rencores ancestrales, ogros y elfos deberán pelear en contra de un mismo y casi todopoderoso enemigo.

Con su filosa ironía y sublime astucia, Dross nos transporta a un universo vasto y maravilloso, nos obsequia una novela clásica de la más pura ciencia ficción y nos sumerge en una tremenda batalla cósmica, con la elegancia de quien todo lo ha visto y nada teme.

Prepárate para quedar atrapado en la primera obra publicada original by Dross, donde nada es lo que aparenta ser…”

Opinión
He de confesar que desde hace años soy “fan” (no me gusta esa palabra) de Ángel David Revilla, alias: Dross. Le tengo un gran respeto y admiración por su trabajo y su trayectoria. De él aprendí mucho.  Por eso, cuando publicó su libro, era una cita obligada para mí. Hace años (muchos años), pude leer algunos de sus cuentos en su blog y notar que su pasión sí es la escritura. Luna de Plutón no es un libro como el del Rubius, Germán, Giorgio o cualquier otro youtuber; no es el libro de un Youtuber, es el libro de un escritor. Es una novela. Inicio diciendo esto para alejar las críticas de turno injustificadas en donde tachan al autor y a su obra de vendidos, de casuales y de basura sin tomarse la decencia de leer el producto. Dejando aclarado esto, pienso dejar mi fanatismo (reitero que odio esa palabra) para hacer una reseña totalmente objetiva, ya que ni siquiera sé que recibimiento tuvo el libro ni he leído una crítica hacía él. Me mantuve desinformado por voluntad propia para no verme influido. No sabía ni de qué trataba. Así es como me gusta enfocar una lectura: sin expectativas especiales ni conocimientos previos, solos el libro y yo.

Es curioso, porque desde el inicio, Luna de Plutón te deja bien claro, con su narrativa, que es un libro sencillo. Está escrito de un modo muy ameno, muy fluido, disfrutable para cualquiera. Esto no tiene nada de malo al menos que esperes una prosa a lo Allan Poe. Es un libro para el público, para quien disfrute de una historia entretenida. Tiene mucho humor (sobre todo en sus inicios) y personajes pintorescos bien construidos. No goza de una profundidad muy alta, aunque leyendo entre líneas se pueden notar referencias hacia la política, la tiranía y la guerra; aunque estos nunca serán el tema principal del libro.

Sus personajes, como ya dije antes, son divertidos. No creo que ninguno se destaque sobre otro. Todos están bien construidos, bien llevados de la mano y cada uno se gana su justo lugar. Si tuviera que descalificar a alguno, señalaría al villano principal; la verdad es que deja  mucho que desear. También hablaré  de mi desprecio hacia Amén; es un completo Deux ex machina.

Un punto positivo en el libro son sus giros de trama. Tiene muchos, varios de ellos interesantes y muy inesperados. Al principio la trama se perfila como sencilla, pero poco a poco se van descubriendo esos hilos que tejen la telaraña de la historia. Estos puntos decisivos con el cambio de ritmo le dan mucha vida a la travesía. Todo se complica en cuestión de segundos y los secretos se disparan cual ametralladora haciéndote querer leer más. En este sentido, la obra es muy atrapante y cumple por completo.

Lo mejor, sin duda alguna, son las batallas. Me quito el sombrero por el modo en el que están narradas. Te atrapan, te zambullen, quieres saber que sucederá  y quieres saberlo ya. No sabes quién ganará, ni siquiera cual bando apoyar, solo quieres saber que viene a continuación.  Son muy emocionantes y llenas de tensión, y sus desenlaces te dejan satisfecho.

El mundo que Dross ha creado para su novela es muy rico y te abre las puertas con gentileza. Es fácil adentrarse en él. No se puede decir que haya creado algo nuevo, porque no; pero utiliza bien los recursos con los que dispone. Vampiros, ogros, elfos. Hay de todo aquí. Cada raza está bien definida y puedes elegir cual te guste más. Yo, en lo personal, me quedo con los elfos.

Hay algo que me hizo mucho ruido durante la lectura, y creo que lo resumo con esta frase: El libro es bueno, pero pudo ser mejor. Y es que, a pesar de desarrollarse con ameno, en el transcurso de los eventos, la trama sufre de agujeros argumentales, aunque estos no sean muy importantes. Me explico: Te hablan de cierto tirano, pero no te dicen que tiranías hacía (de hecho, en su momento de “tirano” no me pareció que fuera tan malo); te hablan de que cierto personaje es hijo de alguien, pero no mencionan jamás a la madre; te dicen que cierto personaje hizo algo que afectó gravemente la historia, pero no te explican bien por qué lo hizo; te dicen que cierto personaje es importante, es el jefe de su planeta, pero vive como campesino y no se sabe cómo llegó a esa posición. En fin, me hubiese gustado que se explayaran más algunos puntos que en mi opinión son importantes. Incluso, y bajo este mismo error, algunos personajes fueron totalmente desaprovechados haciendo que sus destinos importaran más bien poco. La historia y sus personajes daban para más. Tal vez por concentrarse en algunos aspectos descuidó otros. O al menos así se siente.

También debo acotar que Dross recurrió a algunos clichés, aunque supongo que esto es inevitable.


Lo mejor
Lo seguiré repitiendo: Ames las batallas. Hace tiempo que no leí tan rápido para saber cómo acabaría. Son emocionantes a más no poder. Llenas de tensión. Me encantaron.

Los giros de la trama te demuestran casi desde el comienzo (que es un poco lento), que el libro tiene muchas sorpresas para ti. El final es algo que no te esperas.

Lo peor
El villano me pareció completamente falto de carisma. No es atemorizante ni divertido. No es excéntrico ni interesante. Cumple su función y nada más.

También está esa sensación de que al libro le faltaron detalles importantes que hubiesen enriquecido mucho más la trama.

Irónicamente, a pesar de lo que dije de las batallas, la batalla final es demasiado rápida y casi decepcionante.

Resumen
Lo disfruté. Así de simple: lo disfruté. La historia te divierte, te atrapa y en ocasiones te hace reír (algo que, por lo menos en mi caso, no sucede muy seguido). Tal vez te sientes identificado con algún personaje, o tal vez simplemente te caigan bien, pero sin duda les agarraras cariño mientras vas leyendo. Es un libro que ofrece más de lo que parece. Su narrativa es para que lo lea todo el mundo y así se mantiene todo el relato. Tiene su buena dosis de creatividad y humor. Le falta profundidad, pero creo que en ningún momento esa fue la intención del autor así que no es algo que se le pueda reclamar. Este libro es para quien disfruta más con los primero libros de Harry Potter, que con los últimos. Sigo pensando que pudo ser mejor, pudo incluso ser maravilloso, pero tiene sus deslices, siendo el peor de todos, el villano.

Creo que es un buen inicio como escritor para Dross. Ya veremos que más nos puede regalar.


NOTA FINAL: 7,5/10  

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¡Gracias por leer!

28 may 2016

¿Cuál es el miedo?

¿Cuál es el miedo?

¿Te identificas con esta foto? 


“Predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que adoptar la vida a la moral que se predica” ‒ Arthur Schopenhauer
“La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica” ‒Bertrand Rusell

¿Cuál es el miedo a que te digan las verdades en tú cara? ¿Cuál es el miedo de escuchar una opinión que te contradiga? ¿Cuál es el miedo de escuchar a alguien decir que estás equivocado? Se supone que eres fuerte, ¿no? Que tienes personalidad, carácter, criterio, ¿entonces por qué ocultas tus acciones para que no se enojen contigo? Si realmente te consideras fuerte, no deberías de andar con la cola entre las patas.  ¿Cuál es tu maldito miedo a contar lo que hiciste? Y sí, me importa un carajo ser grosero en este momento; las normas de educación no me harán políticamente correcto; ni mucho menos me quitaran la razón. ¿Por qué cuentas solo lo que te conviene? No mientes, okey, pero tampoco dices toda la verdad. Te ocultas, sí; te ocultas cobardemente detrás del silencio para que alguien no te diga lo que tú ya sabes que te dirá. Ah pero te gusta que te apoyen, ¿no? Sí, eso te encanta. Que te den ánimos, que te  den aplausos, que te digan que todo estará bien. Te encanta tener un hombro donde llorar cuando estás triste. Te encantan los consejos, eso no lo puedes negar; que te digan qué hacer cuando la vida te confunde. Sí, todo eso es hermoso. Que bello. Que precioso. Ahí todo es color de rosa, ¿no es cierto? Ahí sí todos somos amigos bailando alrededor de unos canto de sirenas. Pero las sirenas mueren cuando es otra la respuesta. Cuando dices algo y te responden con lo que no querías escuchar; cuando esperabas otro consejo; cuando no llega el apoyo deseado. Y no es que esa persona te esté echando mierda, es sólo que difiere de tus acciones y, aún con buenas intenciones, te recomienda todo lo contrario. Pero tú… tú odias eso, y para evitar el episodio incomodo prefieres callarte la boca y guardarte  el secreto. ¿Todos felices? Claro, a base de una mentira.

¿Cuál es el miedo a no tener a razón? ¿Cuál es el miedo a la sinceridad? Te aterra pensar que se pueden enojar contigo; o aún peor, que te hagan enojar con lo que te digan. ¿Dónde coño está la madurez de la que alardeas? Esa que debería bastarte para que no tengas que hacerte oídos sordos tapándote las orejas como un niño. Si tienes la suficiente audición para escuchar palabras bonitas, deberías tener la misma para escuchar esas palabras feítas que tanto te asustan. Porque sí, carajo, sí; admite que te asustan. Te asustan porque eres cobarde. Te asustan porque no quieres ser herido. Nadie en este puto mundo quiere, pero si tan especial te crees, no deberías actuar como esos otros seres (ay, pero que bonito, me salió en rima). Pero te sigues ocultando. Te sigues callando. Maldita sea, sigues diciendo sólo lo que te conviene. En mi diccionario eso es cobardía. Creo que también algo de hipocresía. Coño, no sé, no voy a parar de escribir para buscar una bendita definición; así que, esté en lo correcto o no, te lo diré por gusto: Hipócrita. Ahora te lo repito: Hipócrita. Ahora te lo grito: ¡Hipócrita! Maldita sea estoy volviendo  enojarme. Maldigo mis dedos por no escribir más rápido para así plasmar cien insultos por segundos. Debería hacer un curso de taquigrafía. Ya va, ¿en dónde estaba? Ah,  sí: ¡Hipócrita! Y también podría decirte interesado… o interesada. ¿Ven que bonito soy? No discrimino por sexo. Oh sí, que alguien me dé un nobel.  ¿Y por qué estoy hablando en singular? ¡Hipócritas! ¡Cobardes!  Con la S bien marcada porque el problema es precisamente ese: son muchos. No voy a generalizar, pero coño, sí, son muchos, demasiados. Me superan en número. Bastardos.

Bueno, ya me calmé un poquito, así que regreso al tema del texto: ¿Cuál es tu asqueroso miedo? “No me gusta que se enojen conmigo” excusa. “No quiero hacerte enojar” excusa. “No me gustan las peleas” excusa. “Es mi vida” ¡Pero claro! ¡Que brillante respuesta! ¡Es tu vida! Y te sientes tan orgulloso de ella que se lo ocultas a los demás, ¿verdad campeón? O campeona… ¡No a la discriminación sexual!

Vale, ya me aburrí de escribir; creo que estoy satisfecho. Para que este texto no quede insustancial vamos a darle un bonito final cliché con moraleja incluida. Un par de consejitos para que sigas si te da la gana. Ah y si te parece que aún no he explicado mi punto, por favor vuelve a leer desde el comienzo, porque a estas alturas deberías saber que no es un texto argumentativo. Aquí no vine con la idea de enseñar ni explicar, ¿vale? Muy bien, concluyamos:

|           Deja el maldito miedo (si, ya sé que he repetido muchas veces “maldito” pero la verdad es que no soy muy bueno con las malas palabras). Deja el miedo a que se molesten contigo. El miedo a que te digan lo que no quieres escuchar. Si vas a alardear de ser fuerte, firme, sincero y directo, entonces tienes que serlo a tiempo completo, mi amor. Nada de medias tintas. Y no es tan complicado; yo lo hago (y sí, lo presumo. Soy Mister Engreído). Así que deja de andar inventando excusas para ocultar las cosas. Muéstrate tal como eres, con todo y acciones; sean estas buenas o una absoluta cagada. Ya basta del miedo a la opinión de los demás. O a la opinión de una persona. Porque yo sé que le temes a la opinión de un ser querido en ocasiones; a todos nos pasa. Yo le tenía miedo a la de mi papá… Pero ya estoy alargando mucha esta tontería. Resumen de este sinsentido: Deja el maldito miedo.

Fin.

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Creo que no fui muy agradable en el texto anterior, pero si te gustó, sígueme en mis redes sociales: Facebook y Twitter  y comparte esta publicación. Deja el miedo a dar tu opinión y dime lo que piensas en los comentarios.

¡Gracias por leer!