Está escrito
Tal
vez esté escrito nuestro porvenir en las largas hojas del libro de la
existencia. Tal vez los hilos estén hechos para ser seguidos como dominós
cayendo uno tras otro en la larga hilera en busca de un fin. Tal vez los senderos se asfalten con flechas
direccionales que te empujan en el sentido que deseen. Tal vez las fuerzas de
unos brazos mortales son insuficientes para quebrar el muro de las huellas
celestiales dejadas por seres angelicales quienes, de forma anónima, te
observan esperando que termines tu berrinche atrincherado y regreses a esa
carretera que ellos te prepararon.
Tal
vez exista del destino.
Existen
demasiados “tal vez” para ser ignorados en este encuentro efímero con la vida
donde todo se tergiversa bajo las circunstancias. La seguridad de lo que es,
choca con la inseguridad de lo que puede ser y convierte esto en un juego de
cartas descontrolado.
¿Existirá
el destino?
Tal
vez existan personas destinadas a estar solas por las aceras de su vivienda,
viendo a otros amarse pero sin vivir el sentimiento en carne propia. Personas
difíciles de querer, imposibles de amar, trabajosas de apreciar. Personas que
llevan cargas desconocidas y que las alejan del contacto terciario del beso
apasionado. Personas casadas con la soledad. Personas que se enamoran sin
encontrar quien se enamore de ellas. Marcadas desde su nacimiento; liberadas al
morir. Personas sin labios para besar.
Tal
vez existan personas destinadas al fracaso. Esas que corren detrás de los logros, de las victorias, sin poder alcanzarlas del
todo. La vía se extiende y el horizonte se pierde perfilándose como
inalcanzable. Gotas de agua que no se comparan al océano. Esas personas con
sombras demasiado pequeñas como una flor rodeada de árboles. Nubes minúsculas en un cielo tormentoso. Personas con grilletes
en las manos que deben caminar bajo el sol ardiente de los hombres sin premios
en la repisa. La paciencia se les rompe y espíritu se les resigna. Son personar
destinadas a la nada.
Tal
vez existan quienes estén destinados a la monotonía; personas que vivirán cada
día sabiendo que mañana habrá otro que sea exactamente igual al anterior, y
luego el siguiente y el siguiente, sin tener la oportunidades de nuevos
despertares que les haga abrir la boca de la emoción, sino que viven en el
evangelio de la rutina.
¿Habrá
alguien destinado al desprecio? A ser aborrecido y odiado; a ser perseguido y
acusado.
Muchos
se inclinan a pensar que lo que sea que les depare ya está escrito. Sueñan con
la grandeza y le llaman destino. Sueñan con el amor y dicen que ya llegará
porque así lo proclamó un ser divino. El universo se mueve siguiendo sus deseos
y, aunque a veces con lamentos, poco a poco le trae a la mesa ese alimento que
ansían comer. Se sientan y espera la llegada del mañana, sabiéndose merecedores
de lo que vendrá; de esas glorias por llegar, de esos sueños por alcanzar. Así
está escrito.
¿Pero
y si ese destino es adverso? Si los que les tiene preparado el universo son
miserias, entonces la quimérica idea de la inmortalidad no es más que eso: una
idea. ¿Y si sus destinos son la soledad de quien no conoce el calor? O la
frustración de quien no logra nada. Lo besos no se darán porque nadie lo
escribió. En el libro de la vida, en la página que te correspondía, se les
acabó la tinta para compensar todos tus males y, sin pensarlo dos veces,
pasaron de página dejándote inconcluso. Te vuelves un cuento de hadas sin un
final feliz. ¿Y si tú destino no es lo que quieres? Tu destino puede ser el
llanto por las noches y la inopia por la tarde, como un mísero cobarde
arrastrado por cadenas inviolables.
Puede que tu destino sea ser la hormiga que no logra entrar al
hormiguero. El extra de una película que muere en la primera escena.
Si
el destino existe, no puede ser favorable para todos. Si fuiste fichado desde
tu concepción, puedes resignarte a la perdición. No te queda otra opción.
¿Existe
el destino?
Tal
vez